miércoles, 13 de junio de 2018

ESPAÑOLITOS

                            Cuadro del pintor costumbrista fresnense Eugenio Hermoso (1883-1963) presente en el MUBA


-Vamos levanta. Ya está la Mariquilla acarreando agua de la fuente.

Era el despertador todas las mañanas. Sin reloj. Sin hora. El sol marcaba el tiempo. Solo el timbre de la voz de mi madre desde la cocina que nos instaba para empezar las tareas domésticas. Ya se oían por la calle, las ruedas de los carros al compás de los pasos de las caballerías y la voz singular del arriero cantado sobre la mula. Una bella estampa matinal de un pueblo que empezaba su jornada diaria.


                                                          Romería lunes de Resurrección


Las primeras tareas de las mujeres, antes de que el sol “apretara”, sería barrer las puertas, rellenar las tinajas de agua, regar las aspidistras (allí llamadas pilistras) y aureolas que adornaban las frescas naves de las casas y que hacían de distribuidor a los dormitorios, franqueadas por las hamacas que durante las calurosas noches de verano servían para tomar el fresco en las aceras de la calle y contemplar los puntos luminosos del firmamento. Allá arriba en la bóveda celeste, los astros parecían estar al alcance de la mano, mientras que fugaces estrellas se escapaban cayendo por detrás de la torre de la iglesia, donde debían esconderse, para reaparecer al día siguiente por los árboles que rodeaban el pueblo, más brillantes y luminosas que el día anterior.

De vez en cuando, algún paisano que cruzaba la calle saludaba con el acostumbrado ¡hey! Supongo que se trataba de una abreviatura de ¿qué hay? siguiendo sus pasos calle arriba, sin esperar otra contestación que no fuera ¡adiós!

                                              Mis padres y mis sobrinos Juan Cecilio y Jerónimo
Eran los años sesenta, cuando ninguna información exterior alteraba la vida tranquila y humilde de unos pueblos de Extremadura, que empezaba a despertar de su letargo y a desprenderse de la corteza que los aprisionaba, emprender el vuelo hacia otras latitudes donde la industria avanzaba y necesitaba mano de obra nueva. En la maleta llevaban, juventud, ganas de trabajar e ilusión por una vida mejor. Los llamaban emigrantes. Hoy esa misma gente que los acogió, los descalifica y aparta de forma despectiva llamándolos españolitos.

Publicado en el periódico HOY día 13-06-18 día de San Antonio
Mi mejor regalo


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