sábado, 30 de mayo de 2020

CRÓNICA DE UN AISLAMIENTO






El viento llama a la ventana portando un día más incautado al calendario.
La vista es corta, hasta donde limita una pared blanca, igual que todas las paredes blancas. Ante ella, la noche ha parido una flor que te llama por sus bellos colores mostaza. Rápido, antes de que el viento arrecie y la lluvia acabe con ella, corro a recoger la cosecha que hoy traen los tempranos rosales. No permitiré que sus hojas caigan al suelo y se pierdan entre los charcos y el barro.
Vuelvo a las tareas del día en este aislamiento monótono en que me encuentro y una tromba de agua comienza a descargar sobre el tejado, silenciando con su eco los perezosos pasos. Recojo el agua que cae por las canales y que guardaré para el riego de aquellas plantas a las que no les llega la que con tanta abundancia cae de cielo.
Paso el tiempo en forma de poema que me envían, llenando la melancólica tarde con los besos que se echa de menos y los abrazos que se guardan para otros momentos. Me dispongo a recorrer el camino que cada día aligera mis pensamientos, con el aportes de la música que me acerca de la mano al limonero desnudo de hojas, a los pinos rojos por el sol del atardecer y al alcornoque que resplandece con las hojas nuevas. Arriba, en su azotea, dejan al descubierto el más hermoso arco iris a cielo abierto.
Inmersa en esta individualidad que nos aleja, del mundo, del tiempo, escucho a lo lejos anónimos aplausos y una música que resiste, al hoy y al tiempo.
Se va la luz de la tarde y con ella los besos y abrazos.
Pensaré ésta noche el valor que tiene todo lo que me han robado.
Antonia Marcelo 16-04-2020