* Antonia Marcelo
De verdad que esto sería
de chiste si no fuera porque dan ganas de llorar. Ver ese tren TALGO,
más apropiado para visitar en el Museo Minero de Riotinto, que de
tren de pasajeros que necesitan con urgencia prosperar; a sus
desentusiasmados viajeros volver al mismo tren de los años 80 que
era la panacea y que ya podíamos dejar para la lírica << el
tren retumbando por los jierros de la vía >> que escribiera
nuestro antepasado Chamizo, hace casi noventa años, pues resulta
deprimente.
Es tan poco la emoción
que produce ahora, este tren de nuevo en Extremadura, que cuando
hablamos de él, es para contar las experiencias de juventud a
nuestros hijos al llevarlos de excursión, como si fueran a un
parque temático.
Debió ser a mediados de
los 80, mis hijos tendrían alrededor de 5 años, cuando decidimos
visitar, un fin de semana de verano a los abuelos. El nuevo tren
tenía aire acondicionado y sería un agradable viaje. Habían puesto
un tren magnífico, un Talgo, y sería una experiencia para todos. La
ida fue una fiesta propia de la edad y un acontecimiento para contar
a los abuelos. El desastre vino a la vuelta. Un calor asfixiante
inundó el tren, los viajeros buscábamos la forma de abrir las
ventanas para que entrara un poco de aire, pero eran estancas e
imposible abrir. Se había estropeado el aire acondicionado y
naturalmente los niños, aparte de hacer el viaje desnudos para
aliviar el calor, todos volvimos a Badajoz, después de pasar un
martirio insoportable, con el convencimiento de que los experimentos
se hacían con gaseosa. Con mi familia no más.
Estábamos a mediados de
los 80, hace más de treinta años, y vuelven ahora, a bombo y
platillo a traernos el mismo tren tuneado. En el siglo XXI. En la era
de las comunicaciones. Esto no tiene nombre. No se rían más de
nosotros, háganse respetar y cumplan con celeridad las promesas; no
mientan más que puede que cualquier día se cumpla la fábula del
cuento << El pastorcito mentiroso>> y el lobo venga de
verdad.
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