*Antonia Marcelo
MARRAKECH
Marrakech es una de las
ciudades más importantes de Marruecos, con algo más de un millón y
medio de habitantes, imprescindible visitar si quieres conocer la
zona más turística del Magreb, ese “lugar por donde se pone el
sol”.
Pasear por su Medina,
regatear, tomar té, hacer compras compulsivas, dejar impresa en
nuestra cámara todo cuanto los ojos pueden captar, resulta
totalmente imprescindible. Marrakech tiene un cromatismo que se graba en
tu memoria , has de dejarte llevar por el aire que llega de las
montañas rojas que lo envuelven, cerrando los oídos a la amalgama
de voces venidas de todos los lugares, de idiomas imperceptibles y
dejarte llevar por su olor y su música. El bullicio del día, se
transforma en algarabía, cuando se acentúa con las luces de la
noche en sus calles y pasadizos, misteriosos secretos de sus gentes.
A pocos pasos de la
mezquita Kutubia, se encuentra la plaza de Jamaa el Fna, de la que ya
me quedé prendada en aquella antigua y famosa película de “El
hombre que sabía demasiado” joya del cine de intriga, y con la
idealización de ese lugar plasmada en blanco y negro en mi memoria,
irrumpo en la plaza ante otras imágenes enmarañadas por una paleta
de colores imaginarios en mi mente y presentes en sus habitantes.
He visitado esa plaza
mezcla de culturas milenarias, donde se agita con brío lo antiguo
con lo moderno, gastronomía, arte, música, costumbre de tan
variados orígenes, que has de cerrar los ojos y retener a cada
momento la luz y el misterio que envuelve todo. Desde las terrazas
que dominan la plaza, el corazón late al ritmo de los tambores, las
dulces notas de las chirimías te balancean, la insistente música
del pungi que toca el encantador de serpiente que se contonea ante la
mirada incrédula de la gente, el colorista aguador, los
saltimbanqui, dentistas, tatuadoras, los puestos de comida... los
contadores de cuentos rodeados de gente sentada en el suelo, el
escribidor de cartas, que más bien parece un confesor que detallara
los pecados de su interlocutor. Un teatro viviente que te deja con el
deseo de volver y la tristeza de no poder olvidar. Marrankech te
embriaga. Marraquech te cautiva.
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