viernes, 11 de agosto de 2017

FIESTAS PATRONALES




 Nuestra Señora de la Natividad patrona de Manchita (Badajoz).  Foto cedida por Rupe Cortés



Se aproximan las fiestas patronales en los pueblos de Extremadura. Fecha solemne esperada durante todo el año para el feliz reencuentro con los que se fueron y, tradicionalmente, para dar por concluido el año agrícola. Llega Santiaguito en Villanueva de la Serena, el Pilar en Magacela, la Velá en Don Benito, la Piedad en La Coronada, las Nieves en La Zarza, San Gregorio en Guareña o la Virgen, la Natividad el 8 de septiembre en Manchita. Momentos de feliz encuentro con antiguos amigos o familia que no se veían desde hacía tiempo. La fiesta, siempre en honor de la patrona o patrón correspondiente, rondan en torno a los actos religiosos durante el día y terminan con las “bacanales” propias de la noche. De mi pueblo, Manchita, recuerdo que el baile comenzaba después de que la imagen de Nuestra Señora de la Natividad hubiera recorrido las calles principales, luciendo sus mejores galas, con su preciosa melena al viento, cantada, vitoreada y puesta a buen recaudo en el altar mayor de la iglesia, hermosamente decorada con olorosas azucenas blancas. El baile era amenizado por un saxofonista popularmente conocido como Capirulo, hombre jovial que recorría todos los pueblos de la comarca con su saxo y larga barba, del que yo creía se trataba de un personaje legendario sacado de algún cuento. Le acompañaba en este merecer el zapatero del pueblo, Agustín, que por unos días cambiaba la horma de aquellos finos botines que fabricaba a medida del cliente, por una sonora batería y platillos que acompasaban, con el beneplácito de toda la juventud, a la “España cañí” más primorosa que se haya visto, aventada por los volantes de las faldas de las guapas mujeres del pueblo de las que aún recuerdo algunos nombres, Rosa, Julia, Paula, Margarita, María, Luisa, Maruja... Todo un ramillete de preciosas muchachas ataviadas con sus mejores galas, la mayoría fabricada por ellas mismas, acudían a la sala de baile; un gran salón donde la única decoración era las baldosas blancas y negras, situadas como las casillas del tablero de ajedrez, sobre las que se deslizaban sus ligeros pies cargados de ilusiones. Un gran banco corrido para sentarse junto a la pared servía de descanso a los bailantes, que durante horas se divertían dando vueltas y más vueltas a la pista de baile. Nunca tuvimos toros, charangas ni tiovivos. La fiesta comenzaba cocinando exquisitas viandas y dulces, como las incomparables empanadillas de almendra, engalanando las casas para recibir a los visitantes y familiares. En la calle se instalaba algún puesto de turrón y después de tres intensos días, una sarta de fuegos artificiales daba la traca final a la mejor fiesta del año. Felices fiestas patronales a todos los extremeños. 

Publicado por el periódico HOY el 11-08-17
Antonia Marcelo  

No hay comentarios:

Publicar un comentario