jueves, 9 de febrero de 2017

A CAROLINA CORONADO










y su amado Gévora

Carolina, a pesar del ser un día perezoso, ausente de sol y esa brisa fresca que ruboriza el rostro de los jóvenes, ya febrero se asoma con incipiente alegría en las vegas del Guadiana. Las aves retozan en los charcos dejados por las recientes lluvias y los lirios ya azulean y salpican el suelo con su alegre colorido, para dar vistosidad a los pasos de nazarenos que llenaran las estrechas calles de la Plaza Alta, cuando el sol aparece sigiloso entre las espadañas llenando de plata tu querido río Gévora. Ya empiezan a emerger los narcisos amarillos, primer fruto de la madre tierra cansada de su letargo invernal. Tampoco los almendros se han dormido, y con timidez se balancean al compás melodioso de unos pasos soñadores de pastores trashumantes que recorren los caminos y pacen o ramonean entre las blancas margaritas que tapizan los prados. Pronto llegará la primavera. Todo está en su sitio Carolina.

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