y
su amado Gévora
Carolina,
a pesar del ser un día perezoso, ausente de sol y esa brisa fresca
que ruboriza el rostro de los jóvenes, ya febrero se asoma con
incipiente alegría en las vegas del Guadiana. Las aves retozan en
los charcos dejados por las recientes lluvias y los lirios ya azulean
y salpican el suelo con su alegre colorido, para dar vistosidad a los
pasos de nazarenos que llenaran las estrechas calles de la Plaza
Alta, cuando el sol aparece sigiloso entre las espadañas llenando de
plata tu querido río Gévora. Ya empiezan a emerger los narcisos
amarillos, primer fruto de la madre tierra cansada de su letargo
invernal. Tampoco los almendros se han dormido, y con timidez se
balancean al compás melodioso de unos pasos soñadores de pastores
trashumantes que recorren los caminos y pacen o ramonean entre las
blancas margaritas que tapizan los prados. Pronto llegará la
primavera. Todo está en su sitio Carolina.
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