sábado, 11 de mayo de 2024

 


PRINCESA KRISTINA

 A mis amigas, Mª José, Ángela, Marta, Loly y Nicol                     

 que me acompañaron para conocer esta historia.

Entre señoriales casas castellanas brilla el suelo empedrado  de Covarrubias, humedecido por el resencio de la noche y los helechos colgantes en los pisos superiores, que llegan a rozar las piedras de los dinteles de puertas y ventanas. Un puente medieval deja correr el sonoro cauce del rio Arlanza, desde este punto podemos observar el torreón del Conde Fernán González, donde permaneció encerrada su hija Doña Urraca. Miro su alta torre piramidal y no dejo de pensar cómo pasarían los presos su lamentable vida en el preciado monumento histórico que les sirvió de cárcel. Recorro el paseo para llegar a su parte exterior y resulta bastante difícil que alguien sobreviviera en aquella fría cárcel de oro, más aún, una joven prisionera de su propio padre.

Me detengo en la amplia plaza con su magnífica colegiata y frente a ella, sorprende la esbelta escultura en bronce de una joven. En el pedestal hay flores frescas y una lápida dedicada a la Princesa Kristina que vino a España desde Noruega, para contraer matrimonio con el infante Felipe, abad de la colegiata de San Cosme y San Damián.

La historia empieza a intrigarme ya en sí por el nombre, no inscrito en  cristiano y comienzo a preguntar.

A mi vuelta a la casa rural donde estaba alojada con unas encantadoras amigas castellanas a las que estaba visitando, se ofrecen para después de comer hacer una ruta al Valle de los Lobos que me serviría  de ilustración, es allí donde se encuentra la ermita de San Olav Patrón de Noruega.

La historia se pone cada vez más interesante. Me encanta el campo en otoño y ese nombre de santo vikingo, unido al de una desconocida princesa noruega me intriga aún más.

Hacemos el camino por una carretera poco transitada que discurre paralela a un frondoso bosque de ribera que envuelve al río, conviven a pie de carretera rosales silvestres, ya con sus escaramujos, y preciosas clemátides, con ellas, álamos, chopos, alisos, pequeñas casas de campo, huertos y la sinfonía del agua que se dirige a la población.

La animación y la conversación hacen el camino más corto. En un recodo aparece un pequeño cartel indicando la dirección a la ermita de San Olav.   Un corto trayecto más de camino y tras un pequeño repecho aparece una construcción de acero. Pensamos que no era el sitio, resulta bastante sorprendente una ermita de tan singulares características. Sorprendente. Espectacular. Pero no puede ser aquí –pensamos-. A lo lejos destaca una alta torre campanario que más bien parece una antigua mina abandonada. Algo parecido a unas naves de acero. Moderna construcción arquitectónica de inspiración prerrománica adaptada a la actualidad, eso dicen los arquitectos que se inspiraron en la ermita asturiana de Santa Cristina de Lena. En la entrada cuatro banderas, España, Noruega, Castilla León y Covarrubias, confirma que hemos llegado a la moderna ermita  del siglo XXI dedicada a San Olav, vikingo, santo y rey.

Su interior, huele a madera y cuero, parece que en cualquier momento vamos a oír el trino de los pájaros en el techo con  forma de  barco invertido, diseño moderno, minimalista, con altar dedicado al santo, junto a él una gran ventana mira al exterior con gradas hasta la base del campanario, escenario dedicado a conciertos, actos religiosos y exposiciones.

Los visitantes de distinta procedencia siguen a un guía que amablemente informa a los interesados.

Pero, qué relación tiene tan moderna ermita del siglo XXI con la Princesa Kristina.

Vamos a ella:

La historia de Kristina de Noruega, llegada a Castilla por un acuerdo matrimonial entre su padre el rey Jakoon IV y  Alfonso X el Sabio, tiene varias versiones. Me quedaré con la más romántica.

En 1257 una comitiva de cien personas sale  de Bergen para acompañar a la rubia princesa de ojos azules, en un  largo viaje en barco que durará casi un año. Con ellos llevan una preciosa dote de oro, plata y blancas pieles. Tras pasar el Mar del Norte, a consecuencia del mal tiempo, tienen que buscar refugio en Inglaterra, donde tienen que esperar a que mejore para cruzan el canal de la Mancha hacia Normandía. En Paris son recibidos y agasajador por  Luis IX, que aconseja la ruta cruzando Francia a caballo por temor a la piratería vasca, que tenía atemorizada las costas europeas. La  joven, que no sabía quién habría de ser su esposo, va dejando muchos admiradores tras ella y su dote, no le faltan pretendientes ocasionado por las sucesivas paradas que han de surgir en el camino. En  Barcelona pasan una larga temporada entretenida por su admirador Jaime I de Aragón, que envía un emisario al rey Alfonzo X pidiendo su mano. Demanda que es rechazada por ser el monarca demasiado mayor, pues por aquel entonces contaba más de cuarenta años.  Burgos, Palencia, Valladolid, lugares donde va derramando su gracia la que venía para ser infanta de Castilla.

Fue recibida en todos los lugares con grandes fiestas de torneos, banquetes, bailes y pretensiones de matrimonio. Pero siempre pensando en el objetivo de su viaje, nos vamos a centrar en que sería ella la que habría de elegir esposo entre los hermanos de rey Alfonso X el Sabio como había sido acordado. Dejando a un lado por motivos obvios a Berenguela, los disponibles eran el infante Luis, Fadrique, Enrique y Felipe. Luis era muy joven, Fadrique poco atractivo, pues una gran cicatriz le cruzaba la cara, Enrique de viaje y solo nos queda el culto Felipe. Lamentablemente era obispo de Sevilla, su vida era la teología y las letras, pero parece ser que esto no era obstáculo para casarse en el siglo XIII. La atractiva joven lo merecía, había pasado por media Europa rompiendo corazones, y cómo no, también Felipe estaba por ella. El obispo de Sevilla pidió autorización a su hermano el rey el cual consintió. No era cuestión de devolver tan atractiva joven a la nevada Noruega.

Se casaron en Valladolid en 31 de marzo de 1258, donde la Princesa Noruega por matrimonio pasa a ser Infanta de Castilla.

Era muy religiosa y devota del rey vikingo San Olav. Vivieron en la calurosa Sevilla, visitaba la iglesia de San Lorenzo que debía estar en los inicios de su construcción. Felipe le escribía versos, cazaba jabalíes, pero ¡ay! Que no todo era bonito,  el clima de la ancha Castilla no le sentaba bien.  

La Infanta Kristina añoraba su  lejano país, la melancolía y la falta de hijos hizo que enfermara, se fue agravando su estado y murió en la calurosa Sevilla con tan solo veintiocho años, cuatro años después de su matrimonio. Antes de morir recordó a su esposo Felipe la promesa  de construir una ermita dedicada al santo patrono de su devoción, San Olav, que debió olvidar rápido, pues la Infanta fue enterrada y olvidada en la Colegiata de Covarrubias donde Felipe había sido abad.

En 1958 unos arqueólogos encontraron los restos de una joven de 1´72 centímetros de altura, estatura poco habitual en la zona,  que conservaban intactos sus largos cabellos rubios, ricas joyas, vestidos bordados en oro y unos poemas. Sin duda, se trataba de la olvidada Princesa Kristina de Noruega, Infanta de Castilla.

Sus restos se conservan  en un sarcófago gótico de piedra labrada en la Colegiata de San Cosme y San Damián de Covarrubias.

Lamentablemente la vida de la Princesa Kristina no debió ser un cuento de hadas. La joven venida de los nevados fiordos noruegos fue la moneda de cambio para garantizar el poder en Europa de dos reyes, tan dispares como la distancia que los separaba, de hecho, ninguno de los dos obtuvo los títulos a los que aspiraban con la alianza matrimonial. El sacrificio de Kristina no había servido de nada. Una vez más se cumplen las reglas de que es la mujer la sacrificada. Cuantas veces, se repite la historia. En este relato queda claro. Doña Urraca fue encerrada en el torreón de la ciudad para evitar un amor prohibido. Kristina Princesa de Noruega e Infanta de Castilla, muere de amor por su tierra, tan lejos, tan diferente, tan añorada. Nunca sabremos si también por desamor a un esposo impuesto.

De ahí que la ermita y de hecho la Fundación de San Olaf quiere dar a conocer la historias, ser un eje cultural norte-sur, que tan desgraciado hecho, olvidado durante más de siete siglos, renazca y sirva de unión entre dos pueblos, con la música, la cultura y mediante el conocimiento  de la vida de su princesa llegada del frio.     

                                       

Antonia Marcelo Garcia

Badajoz  23-3-2024

 

 

 


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