Diciembre y enero son los
principales motores de activación en periodo invernal. La forma de
impulsar el empleo es consumiendo y ahora es el mejor momento. Las
vacaciones, el turismo, las comidas familiares y salas de fiestas
generan un aumento de plantilla considerable en esta temporada, lo
que repercute naturalmente en la mejora del nivel económico de todas
la clases sociales, en especial de las más desfavorecidas, como son
los jóvenes. Si consumimos, ellos trabajan, cobran y también
consumen. Comprar se traduce en empleo.
Hasta aquí, son las
previsiones. Pero para ello hemos de mover el bolsillo y hacerlo
sonar como si de las mismas campanadas de Noche Vieja se tratara. De
nada sirve llorar por los rincones y recrearnos en una crisis que
clama por ausentarse poco a poco. El pesimismo entristece, no genera
alegría y para pasar a la acción (consumir) hay que estar alegres.
El ser humano es sabio por naturaleza, sabe defenderse contra las
adversidades, y lo mismo que creó el fuego para calentarse o las
armas para defenderse, en estas fechas, donde la tristeza nos
embarga, con el recuerdo de los que no están, ha creado toda esta
parafernalia con la que rodear la Navidad como defensa contra la
depresión, para al menos, con la actividad que nos dan las compras,
las celebraciones con amigos, las serpentinas, el cotillón y la
iluminación callejera, poder alejar, en época tan señalada, la
tristeza por lo perdido, que de lo contrario nos llevaría a esconder
la cabeza bajo el ala y esperar a que las hojas del calendario
galopen sin clemencia un año más.
*Escrito por Antonia Marcelo y
publicado por el periódico HOY
publicado por el periódico HOY
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