Mi madre tenía guardado en el “doblao”, como oro en paño, una máquina de tricotar que a principios del siglo pasado había comprado a un tal Guiberteau de Badajoz, en aquella máquina se había sacado su dinerillo confeccionando calcetines para ayuda de la economía familiar, mientras mi padre se encontraba en la guerra en el frente, nos contaba cuando queríamos acercarnos a verla. En una caja, aún guardaba también en 2004 al morir, los hilos que le habían sobrado y las agujas de repuesto por si alguna se estropeaba. Mi madre era de Manchita, como yo, y al saber que en Don Benito, había un Museo Etnográfico me pareció una estupenda idea “donar” la máquina que a mí no me resultaba de utilidad, para que los visitantes del museo pudieran apreciar donde ella había pasado muchas horas de trabajo a la luz de un candil y seguro que mientras amamantaba a alguno de mis hermanos mayores. Espero que el Museo Etnográfico se sintiera satisfecho con mi “donación” porque hasta el momento no he recibido compensación, agradecimiento ni noticias al respecto por parte de ningún miembro del citado centro después de once años, de todas formas me siento satisfecha con el hecho de que esté expuesta, pues si yo hubiera recibido dinero a cambio por mi “donación” hubiera sido una “venta”, cosa de la que no me hubiera sentido igualmente orgullosa. Por favor no engañen y tergiversen con palabras lo que no es, una venta, no es una donación y si se paga por ello un millón de euros, que es lo que ha hecho el MEIAC por la compra de los dibujos de Barjola, es un gran negocio para el que los ha vendido por mucha tapadera y maquillaje que le pongan.
Antonia Marcelo
Publicado por el periódico HOY el 29-02-2016
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