martes, 4 de agosto de 2015

EL GORRIATO Y LA CIGÜEÑA





 
                                                                                   Cigüeña en la torre de una iglesia de Alange (Badajoz)
 
El gorriato y la cigüeña forman parte de mi infancia. Nos hemos criado juntos. Esta pequeña ave, el gorriato, tan típicamente urbana, ha colonizado gran parte del mundo, trasteando entre las plantas de los patios y en la “enramá de los doblaos” de nuestros pueblos. Cuando salíamos al campo para comprobar como iba la cosecha de cereales, allí estaban asida a pequeñas ramas de trigo, tambaleándose por el peso de sus delicados cuerpos, sin asustarse de las personas, sus nidos, siempre al alcance de los niños, se convertían en una fiesta entre tan inocentes manos, que transportábamos, para causar la envidia de los amigos. La misteriosa cigüeña, desaparecía año tras año, hasta que un día, tras el inmenso esfuerzo para transportar los niños desde París, ahí estaban ellas, con su incesante crotorar, en su inmenso nido posado sobre la torre de la iglesia. Mañana y tarde transportaban pequeñas ramas que cada año, en reposición de las perdidas en la estaciones invernal, aumentaban el tamaño de su morada a las espera de su inminente prole. Cada día, desde la distancia que nos separaba, comprobábamos con expectación las novedades que ocurrían en lo alto de la torre para comprobar el nacimiento de los pequeños cigoñinos y, en las horas de estío, cuando las noches se alargaban con charlatanes corros en las aceras de las calles, mientras llegaba el “fresco”, los niños, en pandillas numerosas, cantábamos aquello de “cigüeña malagueña, tus hijos se te van, al arroyo Portugal, escribe una carta que pronto vendrán”.
 
Publicado en el periódico HOY , el día 30-07-15

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