martes, 18 de agosto de 2015

“CACHIS EN LA MAR “


“CACHIS EN LA MAR “


 

A estas alturas de mi vida, casi todo el que me conoce sabe lo que me gusta andar, he publicado en varios medios los recorridos que asiduamente hago con mis compañeros de la Universidad de Mayores por los alrededores de Badajoz capitaneados por nuestro querido compañero, el ingenioso hidalgo D.Joaquín Luján Villalba, incluso a veces, cuando en mis rutas voy sola, sueño con ser Forres Gump, andar, andar, sin limite. Andar sin meta fijada con anterioridad tiene un aliciente: descubrir algo nuevo. Volver un fin: retroceder. Lamentablemente, al volver de mis paseos vacacionales por la orilla de la playa de donde almaceno hermosas sensaciones, también encuentro que la cámara de fotos, que siempre me compaña,viene cargada de imágenes de múltiples desperdicios abandonados por los usuarios de la playa: un vidrio roto, un saco de plástico, un bidón blanco, una lata de refrescos, pelotas de tenis, botellas de agua, una zapatilla rota... El mar tiene una boca que traga todo aquello que abandonamos en sus orillas, pero los animales que lo habitan no distinguen si es comestible o no. Millones de residuos plásticos pueblan los océanos y acaban en el estómago de tortugas, ballenas o delfines que mueren o enferman por la ingestión de material no comestible. En la costa holandesa de Holling fue encontrada una ballena muerta. Dentro de su estómago se encontró veinte kilos de plástico. En Santander otra con cincuenta. El mensaje que nos envía el mar es muy claro. Todo vuelve a la orilla aunque sea con un elevado precio, la muerte de uno de los más bellos ejemplares de la naturaleza, la ballena. Es entonces, cuando descargo la cámara y veo todo los desechos que he recopilado para poder denunciar, cuando me digo ¡cachis en la mar, qué ballena se tragará todo esto!
                       Antonia Marcelo
Publicado en el periódico HOY el 16-08-2015

martes, 11 de agosto de 2015

LA OCASIÓN ERA CALVA


                                Hay que ser Sofia Loren para convertir el vello en bello

La diosa romana Ocasión era calva en su parte trasera y peluda en la frontal para no dejar pasar la oportunidad cuando viene de repente, y eso es lo que debió pensar Roxie Hunt, la esteticista americana, que tras una larga temporada sin depilarse las axilas, quiso saber qué ocurriría si se teñía de verde el antiestético vello, una foto colocada en Internet hizo el resto. Y ahí estaba la hermosa diosa, esta vez sin cuchillo para cortar en el momento oportuno, sino con una paleta de colores para inspirar a la oportuna Roxie. Lástima. He perdido la ocasión de ir a la moda, toda la vida soportando los molestos tirones de cera y los disparos de rayo láser para dejarme las axilas como el culito de un bebé y ahora resulta que se ponen de moda los “sobacos de colores”. Me muero, por mis niños que me muero, pues ahora para ir a la moda tendré que ponerme extensiones en mis lampiñas axilas y de nuevo soportar todos los meses el calvario del teñido, amén de que a otra iluminada no se le ocurra la novedad de ponerse bigudí y llamarlo “sobaco afro”. Bueno, pues de momento voy a preguntarle a mi peluquera el precio de las extensiones y el tinte, a lo mejor no es muy caro. Todo sea por ir a la moda.
                           Antonia Marcelo
Relato que me publicó el  periódico HOY de ayer 10-08-15

martes, 4 de agosto de 2015

EL GORRIATO Y LA CIGÜEÑA





 
                                                                                   Cigüeña en la torre de una iglesia de Alange (Badajoz)
 
El gorriato y la cigüeña forman parte de mi infancia. Nos hemos criado juntos. Esta pequeña ave, el gorriato, tan típicamente urbana, ha colonizado gran parte del mundo, trasteando entre las plantas de los patios y en la “enramá de los doblaos” de nuestros pueblos. Cuando salíamos al campo para comprobar como iba la cosecha de cereales, allí estaban asida a pequeñas ramas de trigo, tambaleándose por el peso de sus delicados cuerpos, sin asustarse de las personas, sus nidos, siempre al alcance de los niños, se convertían en una fiesta entre tan inocentes manos, que transportábamos, para causar la envidia de los amigos. La misteriosa cigüeña, desaparecía año tras año, hasta que un día, tras el inmenso esfuerzo para transportar los niños desde París, ahí estaban ellas, con su incesante crotorar, en su inmenso nido posado sobre la torre de la iglesia. Mañana y tarde transportaban pequeñas ramas que cada año, en reposición de las perdidas en la estaciones invernal, aumentaban el tamaño de su morada a las espera de su inminente prole. Cada día, desde la distancia que nos separaba, comprobábamos con expectación las novedades que ocurrían en lo alto de la torre para comprobar el nacimiento de los pequeños cigoñinos y, en las horas de estío, cuando las noches se alargaban con charlatanes corros en las aceras de las calles, mientras llegaba el “fresco”, los niños, en pandillas numerosas, cantábamos aquello de “cigüeña malagueña, tus hijos se te van, al arroyo Portugal, escribe una carta que pronto vendrán”.
 
Publicado en el periódico HOY , el día 30-07-15