viernes, 14 de junio de 2024

LOS OJOS DE DIOS




                                                             Con tranquilidad. Recostada en el sillón de mi casa, veo en un documental el enfrentamiento que ocurre entre una gran serpiente y una rata. Ambos se miran y ninguno se atreve a atacar. ¿Quién habría ganado la batalla?

Qué absurdo. Imposible deducir. En una ocasión sentí la posibilidad de que en el salón donde me encontraba podía haber un roedor. Cosa natural en el campo. Muy decidida, comienzo a mover muebles y cortinas. Justo bajo el sofá, donde había pasado mi pequeña siesta, había una hermosa rata, paralizada frente a mi mirada, quieta y asustada. Sus redondos ojos no se movían. Estaban fijos en los míos. Eran vivos y dulces. Yo aterrorizada también. Paralizada sin atreverme a hacer la mínima exclamación. Ni siquiera una frase para preguntarle qué hacía allí tan quieta e inquietante, como habría ocurrido si encontraba un extraño dentro de mí casa. Su mirada me traspasaba. Yo sentía que ella podía estar también asustada como yo. Pero solo con sus ojos me retaba a ser la primera en actuar. No. Eso eran imaginaciones mías. Las dos estábamos indefensas. ¿Qué arma utilizaría ella? ¿Qué arma utilizaría yo? Las únicas que teníamos eran nuestros ojos.

No tuve más remedio que levantarme del suelo. Dejar el enfrentamiento absurdo que había comenzado y largarme de aquel lugar que el animal había conquistado solamente con su mirada.

¿Cómo serán los ojos de Dios?

¿Me conquistará también cuando nos encontremos en nuestro duelo final?

Antonia Marcelo